Edición:
Maite Martí Vallejo
maitemartivallejo@thalamusmagazine.com
Barcelona/Crisi 21/03/2022.
Claudia González Caparrós nació en A Coruña en 1993. Es cofundadora de Crisi, una librería y espacio de pensamiento crítico en Barcelona. Es graduada en Estudis Literaris por la Universitat de Barcelona y obtuvo una maestría en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual por la Universidad Autónoma de Madrid, y otra en Literaturas Hispanas por la Indiana University. También se ha dedicado a la educación no formal en museos y es autora de los poemarios Si la carne es hierba (Sully Morland) y Te miro como quien asiste a un deshielo, ambos publicados en La Bella Varsovia.
Inéditos:
con cuidado y cautela mordisqueo
el borde marchitado de las frutas
que el verano me ofrece
son romos sus contornos,
pero es dulce la mezcla del jugo y la saliva,
y es mansa la lengua que entrelaza
la carne comestible
y el fonema que puede designarla
hay paz en el desprendimiento
del fruto de su rama,
y hay paz en el desgarro de un cuerpo que atraviesa su propia finitud
para, obstinadamente, reiterarse en cuerpo
nombro la suavidad de unos albaricoques que,
olvidados al sol,
autorizan su propia podredumbre;
hay paz en los insectos
que liban el azúcar de sus pieles,
en su reblandecerse y en su oscurecimiento, hay paz
en el breve expandirse del zumo por el cuerpo
feliz,
definitivo de los frutos
♦
Mi lengua va por do el dolor la guía
Garcilaso de la Vega
Hay leche y miel
debajo de tu lengua.
Cantar de los Cantares 4:3-13
con el bálsamo tibio de la respiración pausada, en el sosiego
de un hallazgo que comienza a mostrarse,
acierto a decir cosas
quise nombrar sin incurrir en hábitos
lastrados o herrumbrosos, y habitar
la cadencia silábica que emerge de los cuerpos
cuando la intimidad no los coarta;
el ruido más absurdo (borborigmo,
silbido, ronquido o tarareo)
bastaba por sí solo: supe entonces
de la boca todos sus lenguajes, los lexemas
creados por el aire que entraba y que salía de los cuerpos, como en una
oración intercambiada
rogábamos por la amplitud
de un espacio de diferenciación donde cumplir
un léxico común fuera posible
del mismo modo que en mi cuerpo existe
un órgano enteramente destinado al placer,
su propia superficie se consagra
también, y por entero,
a su dolor
así esta lengua lacerada cede
su palabra a otras vías
donde un mayor sigilo y discreción la guíen
hasta encontrar su paz, su gusto y su renuncia
♦
De Si la carne es hierba (Sully Morland) (La Bella Varsovia, 2015):
en los bordes de algo que termina, uno ya no sabe si saltar
o quedarse a mirar cómo las ruinas crecen
Y si ya nunca dejo la puerta abierta no es porque no tenga esperanza
sino porque no creo en las puertas
♦
La brevedad era un escalofrío
y la degradación de ese cuerpo
de ojitos abiertos en la oscuridad de la casa
mirando fijamente la pared
anclados en la sordidez cuando el mundo empieza a reformarse, cuando las habitaciones
regresan a ocupar su posición y las sombras se pegan a los cuerpos opacos
los ojitos abiertos
en una descomunal tristeza, bailando en las luces pálidas de los cuerpos ajenos, del
afuera, de todo lo que ya no te pertenece y que te ataca
porque todo es
profundamente violento
y los ojos no saben comprender el humo
y las manos nunca conquistarán el tacto, la piel es algo
que crece
como hierba
y cubre todos los huecos
extendida como una tela bajo manos balsámicas, esta tendencia idiota hacia la
redención, como si fuera acaso a salvarnos la noche, como si fuera acaso a salvarnos el
desconocimiento o el olvido,
los monumentos a la desmemoria,
la entrega corporal,
la entrega al dolor más íntimo y antiguo
El bello espectáculo de la degradación flotando en este aire cargado y tibio, irrespirable
y tal vez invivible
La entrega a la contemplación
El profundo narcisismo en el espejo hasta asentar la desaparición, hasta que no es
posible comprender de dónde viene la proyección de la propia mirada
(que a su vez te devuelve un vacío)
desde lo que puede intuirse como un centro pero que es algo más amplio, un centro que
se expande, un centro
que se estira
en la piel
en la negación de la piel
en la desaparición de la piel
en el dolor, el dolor, el dolor de la piel
Algo que crece como hierba, algo que crece en círculos concéntricos que no es posible
situar
la disipación
la degradación
y reniego y reniego y reniego de ti
y reniego y reniego y reniego de mí
bajo estos árboles, bajo la luz artificial, con la mirada congelada en tus ojitos
yo reniego, yo reniego, yo reniego
♦
De te miro como quien asiste a un deshielo (La Bella Varsovia, 2018):
no sé si es posible salvar el abismo entre dos mundos,
entre dos cuerpos
entre dos bocas que se mueven sin emitir ningún sonido, no sé
si es posible hacerle frente al frío de los pies descalzos sobre las baldosas
al frío que sube como un insecto por el cuerpo
(el cuerpo
se mueve
sin emitir ningún sonido)
la piel contra la piel como si hubiese guerra
como si te mirara y en mi mirada ya te estuviera deformando
y no sé si es posible salvar el abismo
entre dos ojos que se oponen
(tocándote, tocándome, el cuerpo era lo único recíproco)
me abro camino a través de tu imagen, igual
que un reguero de agua crea su caudal entre la arena blanda:
con la violencia suave que supone sesgar
aquello que no opone resistencia
♦
THALAMUS MAGAZINE // AÑO 2022
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